Somos farol de la calle
Profesor Evaristo Velasco Álvarez.
Sí, somos farolones. Nos encanta que los demás nos vean como los salvadores, los que resolvemos los problemas del mundo; que todos se enteren que hacemos cosas maravillosas… Y en verdad lo somos; somos los mexicanos, personas extraordinarias. Somos capaces de hacer y lograr maravillas, pero no es una actitud sostenida.
En tiempos del Tata Lázaro la república recibió a un gran puñado de refugiados españoles, quienes en su patria eran víctimas de los abusos del gobierno dictatorial del tirano Francisco Franco. Llegaron los españoles a integrarse al trabajo fecundo y se han ganado un espacio en nuestro pueblo, se convirtieron de golpe y porrazo en mexicanos que se sumaron sin problema al trabajo, y han sido parte de la nación en forma muy correcta.
También, en épocas pasadas vinieron los menonitas, quienes compraron extensiones de tierra en donde no había nada y que los mexicanos no utilizábamos. Los volvieron emporios, crearon oasis en donde sólo había desiertos y ellos han sido grupos de trabajadores que producen y que agradecen la oportunidad de estar acá.
Luego, en épocas de don Luis Echeverría llegaron chilenos, huyendo de gobiernos dictatoriales y persecutorios, que allá acabaron con saña con el ilustre Salvador Allende Gossens, época de una terrible persecución y de asesinatos a todos los que formaron parte de la insurrección.
Así, nuestra nación ha cobijado pródigamente a los hermanos de todos los pueblos y razas que decidieron venir a trabajar y crear su forma de vida en México, y ha sido bueno. Pero al mismo tiempo, nosotros los mexicanos mestizos, los que somos el resultado del avasallamiento de los pueblos indígenas que poseían por derecho propio estas tierras, antes de Colón o de Cortés; los dueños auténticos de las tierras que conforman todo el continente americano, fueron obligados y han sido esclavos.
Nos desgarramos las vestiduras por auxiliar a los hermanos que vienen de fuera del país. Hasta el sacerdote Solalinde protege a los centro y sudamericanos que burlan nuestras fronteras y se vienen a vivir a nuestro territorio o lo utilizan como trampolín para llegar al suelo norteamericano. Pero tratamos con desprecio y humillamos a los nuestros, a los huicholes, a los mayas, a los yaquis, a los mazahuas, a los lacandones, a los tzoltziles, y a infinidad de pueblos autóctonos y auténticos propietarios de las tierras nacionales.
Ahora vendrán los sirios, y seguirán viniendo parvadas de hermanos extranjeros que buscarán el proverbial cobijo de los mexicanos; pero a los nuestros seguiremos tratándolos con desprecio, seguiremos negándoles derechos que les corresponden en forma natural, porque somos así: ¡FAROLONES! Somos la luz salvadora de los extranjeros y la oscuridad de nuestros propios grupos necesitados quienes se mueren de hambre y oportunidades.
Es tiempo, y siempre lo ha sido, de que nos dejemos de pretender ser los que le salvan la existencia a todos, pero nos hemos olvidado de nuestros propios hermanos. Hagamos lo conducente para brindarles las oportunidades y el respeto que los nuestros necesitan, solo así lograremos ¡Que viva México!
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